
Hay momentos en la vida en los que comer se vuelve una forma de anestesiarnos frente a emociones que no son muy agradables: Angustias, dolores, pérdidas, aburrimiento, soledad, entre otras situaciones pueden hacernos buscar un alivio emocional en el comer.
Comer naturalmente nos genera placer por lo que, en ocasiones, puede ser una forma válida de autorregularnos sin que signifique un problema. Sin embargo, debemos reconocer que es un placer inmediato y temporal que pasará en poco tiempo y que no podrá solucionar la causa de nuestro malestar, haciendo que muy fácilmente entremos en un mecanismo circular en el que:
Sentimos una emoción desagradable, comemos para obtener un alivio inmediato, sentimos placer pero es insuficiente porque no soluciona el problema, por lo que se vuelve a genera malestar y volemos a comer.
Debemos reconocer estos episodios en los que comemos para autorregularnos sin juzgarnos, pero siendo conscientes de que este comportamiento no puede convertirse en nuestro único recurso de afrontamiento. Debido a que corremos el riesgo de sistemáticamente evadir nuestras emociones con comida, evitando atender el problema real y comprometiendo nuestra salud física y emocional.
Comer como respuesta a nuestras emociones puede significar un obstáculo para cualquier tratamiento nutricional, sin importar cual sea su objetivo. La planificación de las comidas suele ser un gran desafío, debido a que la cantidad y la calidad de los alimentos elegidos responden a las emociones.
Algunas preguntas que podemos hacernos para reflexionar sobre nuestro comportamiento al comer, y poder identificar si hay algún aspecto a mejorar sobre nuestra relación con la comida son:
- ¿Siento que pierdo el control cuando como una comida que me gusta mucho?
- ¿Me resulta difícil parar de comer o no puedo dejar comida en el plato aunque ya no tenga hambre?
- ¿La comida es un pensamiento frecuente en mi mente?